jueves, 19 de noviembre de 2015

Sentimiento Muerto : A LA HORA JUSTA ... EL LIBRO

El periodista William Padrón bautiza HOY jueves el libro, “A la hora justa”,  que recuerda a una de la más influyentes bandas del rock venezolano: Sentimiento Muerto. A continuación presentamos, en exclusiva, una parte de la entrevista de Pablo Dagnino y el epílogo del libro.

Sentimiento Muerto fue la banda que tuvo el acceso, fanáticos y exposición necesaria para mostrar la realidad de unos adolescentes que se la ingeniaron para captar la atención de su época.

Casi cincuenta canciones editadas hacen parte de su legado musical, en un periodo de más o menos doce años de actividad, en el que ocho individuos aportaron sus personalidades, tiempo y creatividad a este proyecto.

A partir del éxito underground, y luego discográfico, Sentimiento Muerto se vuelven pioneros de una avanzada musical que, si bien venían todos trabajando en la escena rock de su época, gracias a Sentimiento Muerto aumentan las ganas.

Hablar de la historia de Sentimiento Muerto sin acercarse a quienes lo vivieron hubiese sido injusto. Aún quedan historias por desarrollar, libros por escribir acerca del fenómeno que significó esta banda y el legado que han dejado en este momento latente.

El hecho de que Pablo Dagnino, Alberto Cabello, Edgar Jiménez, Wincho Schäfer, José́ “Pingüino” Echezuria, Sebastián Araujo y Héctor Castillo hayan cedido a conversar sobre un historia a la que en cierta manera no habían tocado públicamente, fue un ejercicio interesante que abre la puerta e invita a quienes aprecian el valor cultural de esta agrupación a que continúe la curiosidad por ellos.

El valor de sus discos, la posible reedición de todo el material discográfico que pueda mostrarse a las nuevas generaciones, es vital para que entendamos el esfuerzo honesto desarrollado por sus integrantes, en el tiempo que les tocó ser parte de Sentimiento Muerto.

En la historia de las bandas de rock se empieza por ser amigos, continua con divertirse, y al verse creciendo juntos y afrontando los cambios humanos, hacen que las maneras de pensar y actuar tomen sus respectivos cursos. Esta banda nace y se separa desde la honestidad de los involucrados. Así́ debe ser el rock: honesto, directo, con sus tragedias y contradicciones, pero con la  firmeza de dejar algo consistente en lo que se sustenten las ganas de seguir haciendo música sobre la base de quienes fueron influencia como el caso de Sentimiento Muerto.

Tomó algo de tiempo concretar esta reunión virtual para que todos hablaran de Sentimiento Muerto. Empezar a entender situaciones que en un principio parecían no tener solución y que la reflexión de los entrevistados consiguiera las razones de sus diferencias se dio progresivamente.

 ¿Por qué no se hizo antes?

“A la hora justa comprenderás, ni antes ni después”.

 PABLO DAGNINO: LA VOZ QUE LIDERÓ EL DESTINO DE LA BANDA

Pablo tiene la particularidad de ser juguetón, rebelde, reflexivo, espiritual y tiene su propio razonamiento articulado todas las veces que puede. La primera vez que lo entrevisté a  finales de los años noventa, ni siquiera tenía algún proyecto musical en mente. Ya habían pasado un par años de su álbum solista Biorritmos (1996) y el motivo era su programa de televisión de astrología. Una razón para sacarle información de Sentimiento Muerto.

Armó Los Pixel, la banda activa que, hasta la fecha, tiene más años de formada que el periodo que tuvo con Sentimiento Muerto. Sin embargo, el fantasma de la banda que lo formó y lo hizo famoso no deja de perseguirle. Al principio costó convencerlo de hablar de Sentimiento Muerto. En ocasiones nos veíamos para hablar de Los Pixel y sus lanzamientos y, al intuir que venia alguna interrogante referente a Sentimiento Muerto, se ponía a la defensiva.

Dagnino era la pieza fundamental de estas conversaciones: si él no accedía, no tendría sentido sentar al resto de los integrantes… sin la voz de su vocalista, miembro fundador de la banda, y quien llegó hasta el  final de los días. Pablo guarda las historias como si las acabara de vivir… las vive, las cuenta con pasión… cada una de ellas han marcado su personalidad.

Por alguna razón me hace caminar hasta un parque en el que poca gente transita en las mañanas. Intuyo que hay una conexión espiritual, no tanto sentimental, pero con alguna idea vaga de paz que termina convenciéndome.

Fue él quien le dio vida, junto a sus amigos, a Sentimiento Muerto. Es quien lleva a cuestas todo el legado de la banda. Porque cada una de las canciones que se gestaron en los discos, aunque no lleven su  firma en la letra, aunque musicalmente no hayan sido compuestas por él, todas tienen algo en común: han sido interpretadas y conocidas con la voz de Pablo Dagnino.

- ¿Cómo recuerdas tu amistad con los integrantes de Sentimiento Muerto?

- En realidad mi primer mejor amigo era Edgar Jiménez; de hecho, lo conocí́ cuando era muy muy chamito. Estudiábamos todos en el San Ignacio: Alberto, Edgar y yo. Cayayo y Wincho estudiaban en el Don Bosco. No conocía a Cayayo realmente. Aunque mis padres sí conocían a los suyos. Yo vivía en Macaracuay, no vivía cerca de ellos. Primero me iba en patineta a casa de Alberto, después me iba en bicicleta. Cuando tuve dinero me compré mi primera moto, una Honda 100 y me iba a su casa… y después, cuando vendimos la miniteca, me compré un Honda 250 Interceptor, que era tremenda moto, y me la pasaba metido en casa de Alberto… al punto de que mis padres se empezaron a preocupar… a ese nivel de “metido en su casa”. Prácticamente fui adoptado…

 - ¿Cómo conoces a Alberto?

- Nos conocimos en un campamento del centro excursionista del colegio, cuando nos tocó hacer una actividad en la que ambos usábamos máscaras y jugábamos a ser adecos y copeyanos. Ese es el primer recuerdo que tengo de él: usando máscaras y haciendo un acto humorístico. Él no lo recuerda, pero yo sí. Debíamos tener doce o trece años. Estábamos en la misma patrulla o algo así́. Yo lo recuerdo porque en lo que empecé́ a estar con él, mis calificaciones cayeron notablemente. Yo era un alumno de diecinueve y veinte hasta que lo conocí́. En serio. Mi pasión era estudiar hasta que lo conocí́. En primer año ya eso era un desastre. De sexto a primer año fue que lo conocí́. Lo recuerdo porque mandé al carajo las calificaciones.

 - ¿Por qué deciden hacer una miniteca?

- Yo tenía un hermano que se llamaba Carlos Dagnino, que tenía una miniteca con mi otro hermano, Eduardo, en los años setenta. Cuando apenas era un niño de cinco o seis años, él me llevaba a ayudarlo a montar la miniteca. Se llamaba Los Espectros y era en Santa Cecilia, hablamos del 71, por ahí́. Yo nací́ en el 66, igual que Alberto, igual que Edgar. Cayayo en el 68, Wincho en el 67. Somos todos 6, 7 y 8. Pingüino es 64. Es el único mayor que todos. Pero él entra en la historia un poco después. Héctor Castillo es el menor de todos, del 71. Sebastián es del 70. Un año mayor que Héctor. En el 87, cuando estábamos grabando el disco, él iba y era un bebé. Lo que pasa es que Sebastián, a diferencia de Alberto, nació́ dándole a las ollas con unos palitos. Alberto tiene el mérito de que, si bien no nació́ baterista, aprendió́ a tocar. Es una de las cosas que siempre he admirado de él. Lo que se propone, realmente le echa bolas. Yo creo que él hizo un papel de baterista bastante decente, entendiendo que no tenía esa habilidad natural.

 - ¿Tu hermano tenía la miniteca y ustedes decidieron hacer Spit porque venías influenciado con eso?

- Yo venía de la vaina de poner música en  fiestas porque me encantaba. Amo la música. Arrancamos la miniteca, inicialmente se llamaba Speedway, después se convirtió́ en Spit, cuando entraron otros integrantes. Había un club en Boston que se llamaba así́. Nosotros nos copiamos. Alberto siempre viajaba. Yo soy un carajo de clase media, el quinto de siete hermanos. Y ese tipo de cosas estaban vetadas para mí. Yo vine a viajar fue en el 86 cuando fuimos a España. Fue la primera vez que salí́ por mis propios medios. La primera vez que conocí́ Miami fue en el 81, a raíz de la muerte de mi hermano, porque mi papá decidió́ no pasar la navidad aquí́ y decidió́ sacarnos porque la tristeza era muy grande. El asunto es que la miniteca duró el bachillerato. Fue mi primer trabajo a los quince, dieciséis y diecisiete años. Hicimos la miniteca, llegamos a tocar con la Sandy Lane. Nos diferenciábamos porque poníamos new wave. Esa y la Betelgeuse eran disco music todavía. Nosotros poníamos new wave. Me jacto de decir que fui el primero que hizo un remix de The Police. Un set que yo mezclaba. Después otra lo montó y para mí se fusilaron mi vaina. Eso, pa’ quien tuviera un oído musical razonable, era de anteojitos. No es que era algo complicado. The Police sonaba bastante parecido en los primeros discos y podías combinar las canciones.

 - Ustedes comienzan a poner new wave, que se diferencia de los demás, pero tenían a la gente de Aseo Urbano que eran los de Desorden Público, que eran más punk…

- El evento que empieza a aglutinar la vaina se llama Junkolandia. En ese evento nos vimos las caras por primera vez muchos grupos que estábamos aislados, prácticamente.

fuente : ELESTIMULO.COM